jueves, 24 de octubre de 2013

''Bebes nacen sabiendo matemáticas''

Los bebés nacen con habilidades matemáticas
 El nivel de su “sentido numérico primitivo” puede predecir cómo se les darán los números en la escuela Si un bebé de seis meses puede distinguir entre un conjunto de 10 puntos y otro de 20 puntos, será bueno en matemáticas en prescolar, revela un estudio de la Universidad de Duke (EEUU).
 El hallazgo respalda la teoría de que el ser humano nace con un “sentido numérico primitivo” incorporado, que es el que aprovechamos para aprender las matemáticas más complejas que se enseñan en los centros educativos. Estudios previos han sugerido que este sentido no es exclusivo de nuestra especie y que, además, no se limita sólo a la aritmética, sino que también podría abarcar la geometría.
Si un bebé de seis meses puede distinguir entre un conjunto de 10 puntos y otro de 20 puntos, será bueno en matemáticas en prescolar. Esta es la principal conclusión de un interesante estudio realizado en el Institute for Brain Sciences de la Universidad de Duke (EEUU), del que se hace eco Science Now.
 En otras palabras, si los bebés tienen la capacidad de diferenciar entre grupos de elementos grandes y grupos pequeños antes de aprender a contar, serán más propensos a desempeñarse bien en matemáticas en el futuro. La razón es que los niños aprovechan su capacidad numérica innata para, posteriormente, aprender los sistemas matemáticos simbólicos que se enseñan en la escuela.
 Es decir, que "cuando los niños están adquiriendo un sistema simbólico de representación de números en el colegio, le sacan partido a su sentido numérico primitivo", explica Elizabeth Brannon, profesora de psicología y de neurociencia, y directora del estudio en DukeToday.
 Ese sentido primitivo sería, por lo tanto, “el bloque de construcción conceptual sobre el que se construye la capacidad matemática." Primera fase: niños de seis meses Según Brannon, todos los bebés vienen al mundo con un conocimiento matemático rudimentario que les permite, por ejemplo, al mirar dos conjuntos de objetos, identificar cuál de ellos es numéricamente mayor sin tener que contar ni usar números. Por ejemplo, pueden saber instintivamente que un grupo de 15 fresas es mayor que otro de seis con sólo echar un vistazo. Para probar la relación entre ese sentido numérico primitivo y las habilidades matemáticas posteriores, Brannon y su colaborador Ariel Starr analizaron a 48 niños de seis meses de edad. En primer lugar, estudiaron la capacidad de éstos para reconocer cambios numéricos básicos. Lo hicieron sacando partido al interés natural de los bebés por las cosas que cambian.
 Ese interés se expresa en la mirada. De hecho, a menudo, los científicos aprovechan la mirada de los bebés para conocer sus procesos psicológicos, pues éstas reflejan lo que les llama la atención, y en qué medida. Con este sistema se ha podido demostrar, por ejemplo, que con sólo cinco meses los niños distinguen entre sólidos y líquidos. El experimento se hizo de la siguiente forma: los científicos colocaron a los niños frente a dos pantallas. Una de ellas mostró continuamente un conjunto con el mismo número de puntos (por ejemplo, ocho); mientras que la otra mostró cambios numéricos, con conjuntos que aumentaban o decrecían en el número de puntos. Por otro lado, los puntos de ambas pantallas cambiaron con frecuencia de tamaño y posición. Lo que sucedió fue que los bebés más capaces de diferenciar entre dos valores numéricos miraron durante más tiempo a la pantalla numéricamente cambiante que a la otra.
 Segunda fase:
 tres años más tarde Los científicos volvieron a reunir a los niños cuando éstos tenían tres años y medio, y los sometieron a varias pruebas. En primer lugar, participaron en un juego de comparación numérica no simbólica. Se les presentaron dos grupos diferentes y se les pidió que eligieran cual de ellos tenían más puntos sin contarlos. Además, los niños realizaron un test matemático estandarizado para alumnos de prescolar y, por último, fueron sometidos a una tarea verbal simple que consistía en identificar el número mayor (en palabra) que cada niño podía comprender. Los resultados de estas pruebas demostraron que “aquellos niños que mostraron una mayor preferencia hacia la pantalla numéricamente cambiante a los seis meses, tenían un sentido numérico primitivo mejor tres años más tarde, en comparación con los niños con menor preferencia hacia dicha pantalla”, explica Starr. “Asimismo, los niños con puntuaciones más altas en la infancia rindieron mejor en los tests de matemáticas estandarizados”.
 Implicaciones
 Estos hallazgos respaldan la hipótesis de que un sentido matemático elemental innato es la base para la comprensión de las matemáticas a un nivel superior. Según Brannon, sugieren además que existe una conexión real entre la matemática simbólica y las habilidades cuantitativas presentes en la primera infancia, antes de que la educación conforme nuestras habilidades matemáticas. “Nuestro estudio demuestra que el sentido numérico de los bebés es un predictor de la matemática simbólica, y que cuando los niños aprenden el significado de las palabras numéricas y de los símbolos, asocian estos significados con las representaciones numéricas preverbales que ya tenían”, concluye.
 También conceptos geométricos innatos
 Los resultados obtenidos por Brannon y su equipo podrían relacionarse con los alcanzados en una investigación de 2006, llevada a cabo por científicos de la Universidad de Harvard (EEUU) y del College de France, en la que se reveló que los conceptos geométricos son innatos y no necesitan lenguaje ni cultura para manifestarse. Los científicos realizaron en aquella ocasión una serie de tests comparativos a niños y adultos de la tribu amazónica Mundurukú, que desde la llegada de los conquistadores europeos lograron mantenerse sin contacto con nuestra civilización durante más de cuatro siglos.
 El conocimiento ancestral de la geometría demostrado por estos individuos señaló, según los investigadores, que en nuestra especie existen intuiciones geométricas que son independientes de un aprendizaje previo, de una experiencia anterior con mapas o símbolos gráficos, e incluso de un lenguaje de términos geométricos.
 Y capacidades numéricas en animales
 Otra apasionante cuestión sobre el sentido matemático “natural” nos llega del mundo animal. Aunque es cierto que el uso de los números arábigos para representar diferentes valores es una característica exclusiva de los humanos, algunas especies parecen tener también algunas habilidades matemáticas innatas. Las habilidades numéricas de los animales no-humanos han sido durante mucho tiempo una fuente de fascinación para los expertos. Ya en 1940, el biólogo Otto Koehler y sus estudiantes demostraron que las palomas podían ser entrenadas para picotear un grupo de tres semillas e ignorar otro grupo que contenía dos. También se ha demostrado que las cornejas pueden aprender a reconocer patrones visuales con el número “correcto” de puntos y obtener así una recompensa escondida. Otras investigaciones han constatado que mapaches, delfines, monos, pájaros e incluso salamandras poseen alguna forma de capacidad numérica. En 2009, además, una investigación constató que las abejas discriminan entre los números dos, tres y cuatro. En un experimento que consistía en que las abejas alcanzasen una recompensa (azúcar) si atravesaban la entrada correcta -señalada con dos, tres o cuatro puntos- estos insectos se desenvolvieron sin problemas, distinguiendo sin dudarlo el número de puntos que señalaba la puerta correcta hacia el azúcar. En cuanto a los primates, éstos podrían ser los matemáticos más hábiles del reino animal, pues se ha demostrado que incluso pueden distinguir cantidades a ojo de buen cubero.

 Referencia bibliográfica: A. Starr, M. E. Libertus, E. M. Brannon. Number sense in infancy predicts mathematical abilities in childhood. Proceedings of the National Academy of Sciences (2013). DOI: 10.1073/pnas.1302751110.

sábado, 12 de octubre de 2013

''Obesidad es mas peligrosa de lo que se creia''

La obesidad es mucho más mortal de lo que se pensaba
 Un estudio revela que mata al 18% de estadounidenses de más de 40 años La obesidad es mucho más mortal en Estados Unidos de lo que se pensaba, y afecta mucho más a las mujeres negras que a otros grupos de edad. Así lo demuestra un estudio realizado en la Universidad de Columbia, que ha elevado las causas de muerte por obesidad entre los 40 y 85 años al 18%, frente al 5% comúnmente aceptado. La obesidad es mucho más mortal de lo que se pensaba.
 A lo largo de las últimas décadas, la obesidad ha causado el 18% de las muertes entre los estadounidenses blancos y negros entre las edades de 40 y 85 años, según científicos de la Universidad de Columbia (Nueva York, EE.UU.). Este hallazgo desafía la idea predominante entre los científicos, que sitúa esa cantidad en torno al 5 %. "La obesidad tiene consecuencias para la salud dramáticamente peores de lo que algunos informes recientes han llevado a creer", afirma Ryan Masters, autor principal de la investigación, y miembro de la Fundación Robert Wood Johnson de Salud y Sociedad, de la Escuela Mailman de Salud Pública de la Universidad de Columbia.
 "Prevemos que la obesidad será la responsable de una cantidad creciente de muertes en los Estados Unidos y tal vez incluso conducirá a la disminución de la esperanza de vida en EE.UU.". Si bien ha habido señales de que la obesidad está en declive en algunos grupos de jóvenes, las tasas siguen estando cerca de máximos históricos. Para la mayor parte de los niños y adultos que ya son obesos, la condición es probable que persista, causando daños en el transcurso de sus vidas.
 Aumento de víctimas en personas de edad avanzada En personas de edad avanzada, el aumento del número de víctimas de la obesidad ya es evidente. El doctor Masters y sus colegas documentaron su cada vez mayor efecto en la mortalidad en los hombres blancos que murieron entre las edades de 65 y 70 entre los años 1986 y 2006. El grado uno de obesidad (índice de masa corporal de 30 a menos de 35) causó alrededor del 3,5 % de las muertes de los nacidos entre 1915 y 1919, un agrupamiento denominado "cohorte de nacimiento". Para los nacidos 10 años después, provocó aproximadamente el 5 % de las muertes. Otros 10 años después, mató a más del 7 %. Cuando la epidemia de obesidad golpeó fuerte, en la década de 1980, afectó a todos los grupos de edad. Por tanto, los estadounidenses mayores la han vivido durante un período relativamente corto de tiempo, pero los grupos de edad más jóvenes estarán expuestos a ella durante mucho más tiempo.
 "Los niños de cinco años de edad crecen hoy en un ambiente donde la obesidad es mucho más la norma que para un niño de cinco años de hace una generación o dos. Los tamaños de las bebidas son más grandes, la ropa es más grande, y un mayor número de compañeros del niño son obesos", explica en la nota de prensa de la Universidad el co -autor Bruce Link, profesor de epidemiología y ciencias medico-sociales en la Escuela Mailman. "Y una vez que alguien es obeso, es muy difícil volver para atrás. Así que es lógico pensar que no vamos a ver lo peor de la epidemia hasta que la actual generación de niños envejezca". Este estudio es el primero en tener en cuenta las diferencias de edad, de "cohorte de nacimiento", de sexo y de raza en el análisis de riesgo de muerte por obesidad entre los estadounidenses. "Las investigaciones anteriores en esta área agrupaban a todos los estadounidenses, pero la prevalencia de la obesidad y su efecto sobre la mortalidad difieren considerablemente según la raza o etnia, y la edad que se tenga" explica Masters .
 "Es importante que los responsables políticos comprendan que los diferentes grupos experimentan la obesidad de diferentes maneras." Los investigadores analizaron 19 oleadas de la Encuesta Nacional de Entrevistas de Salud y las relacionaron con los registros de mortalidad del Índice Nacional de Defunciones para los años 1986 a 2006, que son los datos más recientes disponibles. Se centraron en las edades de 40 a 85 años con el fin de excluir las muertes accidentales, homicidios y condiciones congénitas, que son las principales causas de muerte de los jóvenes. El estudio se basa en una investigación anterior del Masters que descubrió, contrariamente a la sabiduría popular, que el riesgo de muerte a causa de la obesidad aumenta con la edad. En los grupos estudiados, las mujeres negras tenían el mayor riesgo de morir a causa de la obesidad o el sobrepeso, con un 27 por ciento, seguidas de las mujeres blancas con un 21 por ciento. La obesidad en las mujeres negras es casi el doble que la de las mujeres blancas.
 A los hombres blancos les fue mejor, con el 15%, y el menor riesgo de morir a causa de la obesidad fue para los hombres negros, con el 5%. Mientras que los hombres blancos y negros tienen similares tasas de obesidad, el efecto de la obesidad sobre la mortalidad es menor en los hombres negros, ya que está " desplazado " por otros factores de riesgo, desde las altas tasas de consumo de cigarrillos hasta las condiciones socioeconómicas difíciles. No hubo datos suficientes para hacer estimaciones sobre los asiáticos, hispanos y otros grupos, debido a la naturaleza altamente estratificada de la metodología. 


Referencia bibliográfica: Ryan K. Masters, Eric N. Reither, Daniel A. Powers, Y. Claire Yang, Andrew E. Burger, y Bruce G. Link. The Impact of Obesity on U.S. Mortality Levels: The Importance of Age and Cohort Factors in Population Estimates. American Journal of Public Health (2013). DOI: 10.2105/AJPH.2013.301379.