martes, 5 de mayo de 2015

''La Revolución de la Inteligencia''

La ciencia y la tecnología han sido los principales catalizadores del cambio y de los grandes avances desde el inicio de la humanidad.
De hecho, la ciencia y la tecnología son las que hacen a la especie humana diferente de otras especies animales. Invenciones, creaciones y descubrimientos como el fuego, la rueda, la agricultura y la escritura han permitido el progreso del Homo sapiens sapiens desde nuestros ancestros primigenios en las sabanas africanas hasta los primeros vuelos espaciales.
 La revolución agrícola fue la primera gran revolución de la especie humana, hace casi 10.000 años. Luego siguió la Revolución Industrial gracias a la invención de la imprenta y al crecimiento del desarrollo científico que permitió la industrialización de las sociedades.
 La tercera gran revolución humana Actualmente estamos viviendo la tercera gran revolución humana, la llamada revolución de la inteligencia. Futuristas como Alvin Toffler, director de la Sociedad Mundial del Futuro, sugieren que el mundo se mueve rápidamente hacia una época en la cual los seres humanos van a devenir en seres mucho más avanzados, gracias a los impresionantes avances tecnológicos.
 Tal cambio ha sido descrito por algunos expertos como análogo al cambio trascendental experimentado en la evolución de los simios a los humanos. La cultura popular se está familiarizando con una nueva terminología: ingeniería genética, clonación, robots, cyborgs, inteligencia artificial, realidad virtual, redes neuronales, etcétera.
Los nuevos desarrollos en ciencia y tecnología ocurren tan rápidamente que podrían empezar a sobrepasar nuestras capacidades de adaptación al cambio. Según el investigador Derek John de Solla Price, uno de los padres de la infometría, el número de revistas científicas se ha duplicado cada 15 años desde 1750, el número de “descubrimientos importantes” se ha duplicado cada 20 años, y el número de ingenieros cada 10 años.
 El cambio no solamente es muy rápido, sino que además se está acelerando. La famosa ley de Moore describe como la capacidad de los ordenadores se duplica aproximadamente cada dos años (según el científico Gordon Moore, cofundador de la famosa empresa Intel). Los avances científicos recientes son realmente impresionantes, y además hay una aceleración del cambio tecnológico. Por ejemplo, los ordenadores personales aparecían hace tan sólo 30 años, los teléfonos móviles comenzaban a masificarse hace 20 años, y Wikipedia apenas estaba naciendo hace 10 años.
 En las ciencias biológicas, la historia no es muy diferente desde el descubrimiento de la estructura del ADN en 1953, que dio partida a la biología molecular, a la medicina regenerativa, las investigaciones con células madre y a la clonación tanto reproductiva (por ejemplo, el caso de la famosa oveja Dolly) como terapéutica (para usos medicinales y la reparación de tejidos y órganos).  Lo que parecía imposible dejó de serlo, cuando una criatura viviente —el virus del polio— fue ensamblada pieza por pieza con varios elementos bioquímicos por científicos de la Universidad de Nueva York en 2002. Este evento histórico fue seguido en 2010 por la creación de una bacteria artificial, sintética, apropiadamente denominada Synthia, por su creador, el biólogo Craig Venter.
 Ya podemos decir que hemos construido vida dentro de un laboratorio.
 Con la creación de vida en un laboratorio, la secuencia del genoma humano y la clonación —tareas ya tachadas en las listas de deberes de los biólogos— estamos empezando a ponderar aún mayores posibilidades futuras. Con la conjunción de otras disciplinas, como la nanotecnología y la robótica humanoide, el surgimiento de una inteligencia general artificial superior a la nuestra parece estar más cerca que nunca.
 Hace una década, el gobierno de Estados Unidos lanzó una iniciativa denominada NBIC. Bajo el patrocinio conjunto de la National Science Foundation (NSF) y del Departamento de Comercio, NBIC considera las posibilidades de las Nano-Bio-Info-Cogno tecnologías, es decir, nanotecnología, biotecnología, infotecnología y ciencias cognitivas. La visión del programa NBIC es que posiblemente para el año 2030 habrá una gran convergencia tecnológica que podrá cambiar radicalmente al ser humano y a su ambiente. Hoy parece que mucha de la ciencia ficción se está convirtiendo finalmente en ciencia real. Algunos expertos, como el ingeniero Ray Kurzweil, especulan sobre una futura “Singularidad”, cuando la inteligencia artificial superará a la propia inteligencia humana.
 La especie humana no es el fin, sino el comienzo de nuestra evolución. Pronto la tecnología nos permitirá rediseñarnos a nosotros mismos. La lenta evolución biológica parece estar acercándose rápidamente a su fin al volverse irrelevante en un mundo de tecnologías que avanzan exponencialmente. Nuestra especie va a continuar cambiando, pero ya no mediante una vieja, lenta e indirecta evolución biológica, sino a través de una nueva, rápida y directa evolución tecnológica. Evolución biológica y evolución tecnológica Biológicamente, el cuerpo humano ha sido pues un buen comienzo, no más que eso.
Ahora podemos mejorar su calidad y cualidades, además de trascenderlo. La evolución a través de la selección natural es lenta y aleatoria, mientras que la evolución tecnológica es rápida y diseñada. La tecnología, que empezó a mostrar su dominio sobre los procesos biológicos por primera vez hace miles de años, está ahora convirtiendo a la bioingeniería en la verdadera ciencia de la vida.
 Muchas fronteras se están volviendo difusas y confusas en estos momentos con la desaparición del blanco y negro entre lo que parecían verdades universales: la vida como antítesis de la muerte y lo inanimado, lo virtual de lo real, el mundo interior del mundo exterior, el “yo” del “otro”, incluso lo natural de lo “no” natural. ¿Qué es la vida? ¿Qué es la vida natural? ¿Qué es la vida artificial? Estas son preguntas profundas y las respuestas son complicadas. Los seres humanos tenemos el potencial no sólo de “ser”, sino además de “llegar a ser”.
Los seres humanos podemos utilizar los medios racionales para mejorar la condición humana y el mundo exterior, y también podemos usarlos para mejorarnos a nosotros mismos, comenzando con nuestro propio cuerpo. Todas estas oportunidades tecnológicas deben ser puestas al servicio de las personas, para vivir más tiempo y con una mejor salud, para mejorar nuestras capacidades intelectuales, físicas y emocionales. Como demuestra la historia, los humanos siempre hemos querido trascender nuestras limitaciones corporales y mentales. La forma en que estas tecnologías serán utilizadas cambiará profundamente el carácter de nuestra sociedad, e irrevocablemente alterará la visión de nosotros mismos y de nuestro lugar en el gran esquema de las cosas. Estamos iniciando un largo camino hacia un futuro lleno de grandes oportunidades y riesgos. Hay que avanzar con inteligencia pero sin miedo, tal y como el escritor David Zindell explicó: — ¿Qué es un ser humano, entonces? — ¡Una semilla! — ¿Una semilla? — Una bellota que no tiene miedo de destruirse a sí misma para convertirse en un árbol. Del Humanismo al Transhumanismo
 El Transhumanismo es un movimiento cultural e intelectual que afirma la posibilidad y necesidad de mejorar la condición humana, basándose en el uso de la razón aplicada bajo un marco ético sustentado en los derechos humanos y en los ideales de la Ilustración y el Humanismo.
 Esta mejora se llevaría a cabo desarrollando y haciendo disponibles tecnologías que aumenten las capacidades físicas, intelectuales y psicológicas de los seres humanos. Muchas de estas tecnologías ya existen o están en vías de desarrollo, y su aplicación a gran escala sin duda modificará a la sociedad de muchas formas. Una extensa discusión sobre las formas en que la tecnología modificará a la sociedad es fundamental para prever con acierto los escollos que puedan surgir y sus potenciales soluciones.
 Es necesaria una aproximación interdisciplinaria para comprender y evaluar las probabilidades de superar las limitaciones biológicas aplicando las capacidades de las tecnologías presentes y futuras. Los transhumanistas buscan expandir las oportunidades que brinda la tecnología para que la gente pueda ser más saludable y longeva, y aumentar su potencial intelectual, físico y emocional. El transhumanismo es una visión nueva acerca del poder de la ciencia y la tecnología para transformar no sólo a la humanidad sino a los propios seres humanos.
Los seres humanos estamos restringidos en muchos sentidos y siempre nos hemos esforzado por expandir nuestras fronteras. Actualmente, los humanos tenemos grandes limitaciones biológicas, físicas, intelectuales, mentales y hasta espirituales. Gracias a la ciencia y la tecnología, sin embargo, muchas de nuestras limitaciones presentes pasarán pronto a la historia. El transhumanismo busca justamente trascender los límites del presente y crear un futuro mejor para toda la humanidad. Hace quizás millones de años ocurrió otra revolución trascendental con un impacto similar, cuando el primer Homo sapiens sapiens (es decir, el "humano que sabe que sabe" en latín) dio el gran salto evolutivo más allá de nuestros ancestros prehomínidos y homínidos. Hoy podríamos decir que los actuales humanos somos transmonos o postsimios. En este sentido, ya están apareciendo los primeros transhumanos y posthumanos del futuro. De hecho, las personas que modifican y mejoran sus cuerpos con implantes, marcapasos y prótesis, por ejemplo, son apenas el inicio del transhumanismo real.
 La especie humana ya no cambiará en el futuro por una lenta evolución biológica, sino por una nueva, rápida y directa evolución tecnológica que nos permitirá rediseñarnos a nosotros mismos. Precisamente, la gran diferencia entre nuestros ancestros animales y los humanos es que nosotros utilizamos la ciencia y la tecnología para dirigir los cambios que deseamos. La especie humana no representa el fin de nuestra evolución, sino apenas el comienzo de la evolución consciente.

 José Luis Cordeiro es el Director, Nodo Venezuela, de The Millennium Project y Profesor de Singularity University, NASA Ames, Silicon Valley, California.

sábado, 2 de mayo de 2015

"La contaminacíon ambiental daña el cerebro"

La contaminación del aire pone en peligro las estructuras del cerebro
 Un estudio revela que las partículas finas pueden reducir el volumen cerebral y aumentar en un 46% el riesgo de infarto cerebral silente
 En 2011, un estudio realizado con ratones reveló que una exposición duradera a partículas contaminantes de las denominadas “finas” (PM2,5) puede provocar cambios físicos en el cerebro, así como problemas de aprendizaje y memoria e incluso depresión. Ahora, un estudio hecho con humanos corrobora este efecto.
Las PM2,5 proceden de diversas fuentes, como los automóviles o la industria.
La contaminación del aire, incluso a niveles moderados, ha sido durante mucho tiempo reconocida como un factor de aumento del riesgo de accidente cerebrovascular. Ahora, un nuevo estudio dirigido por científicos del Beth Israel Deaconess Medical Center (BIDMC) y de la Escuela de Medicina de la Universidad de Boston (ambos en EEUU) sugiere que la exposición a largo plazo a este tipo de polución puede causar daños a las estructuras del cerebro, y afectar a la función cognitiva de adultos de mediana edad y mayores.
 Para elaborar su análisis, los investigadores estudiaron a más de 900 participantes del Framingham Heart Study, que es una investigación cardiovascular de larga duración llevada a cabo con ciudadanos de Framingham, Massachusetts. Todos ellos tenían al menos 60 años.
 El estudio evaluó asimismo la distancia a la que los participantes vivían de carreteras principales. En él se utilizaron, además, imágenes de satélite para evaluar la exposición prolongada de todos ellos a "partículas finas" presentes en su ambiente.
 Estas partículas son partículas en suspensión presentes en el aire, menores de 2.5 micras de diámetro (PM2.5); y proceden de diversas fuentes, como plantas energéticas, fábricas, camiones y automóviles o la combustión de la madera. Las PM2.5 pueden penetrar profundamente en los pulmones y, en estudios previos, ya se habían relacionado con un mayor número de hospitalizaciones por episodios cardiovasculares, como ataques cardíacos o accidentes cerebrovasculares. Sin embargo, "este es uno de los primeros estudios sobre la relación entre la contaminación del aire y la estructura del cerebro", explica Elissa Wilker, una de las autoras de la investigación, en un comunicado del BIDMC. "Nuestros hallazgos sugieren que la contaminación del aire está asociada con efectos negativos sobre el envejecimiento cerebral estructural, incluso en individuos sin demencia ni apoplejía".
Resultados obtenidos La evaluación incluyó el análisis del volumen total del cerebro, que indica el grado de atrofia cerebral asociada a la edad; del volumen del hipocampo, que refleja cambios en un área del cerebro que controla la memoria; el estudio del volumen de la sustancia blanca, que puede indicar patología y envejecimiento; y el análisis de los infartos cerebrales encubiertos (que son accidentes cerebrovasculares asintomáticos) padecidos por los participantes.
 Se constató así que un aumento de sólo 2μg (2 microgramos) por metro cúbico en las PM2.5 -una gama de partículas finas común en ciudades- se asoció con una mayor propensión a padecer infartos cerebrales encubiertos y un volumen cerebral más pequeño, equivalente a aproximadamente un año de envejecimiento del cerebro. Como promedio, los participantes que vivían en las zonas más contaminadas tenían un volumen cerebral equivalente al de una persona un año mayor, en comparación con los participantes que vivían en zonas menos contaminadas. También presentaban un 46% más de riesgo padecer accidentes cerebrovasculares silentes.
 El hallazgo es importante porque el grado de exposición a las PM2.5 estudiado entra dentro del rango observado comúnmente en las principales ciudades de Estados Unidos. También porque los accidentes cerebrovasculares silenciosos aumentan el riesgo de padecer otros accidentes cerebrovasculares y de desarrollar demencia, problemas motores. Partículas finas, pero devastadoras Se ha calculado que, cada año, en todo el mundo, mueren más de dos millones de personas como consecuencia de la contaminación del aire, provocada por la acción del hombre.
La causa principal de estas muertes sería el incremento de la presencia de partículas finas contaminantes en el aire, procedentes sobre todo de la actividad industrial y del transporte. Asimismo, se ha demostrado que las madres expuestas a la contaminación del aire por partículas finas son mucho más propensas a tener hijos con poco peso al nacer (menos de 2,5 kilos).
 En cuanto a los efectos de estas partículas sobre el cerebro, ya en 2011, una investigación realizada con ratones demostró que una exposición duradera a ellas puede provocar cambios físicos en el cerebro, así como problemas de aprendizaje y memoria e incluso depresión. 
Referencia bibliográfica:
 Elissa H. Wilker, Sarah R. Preis, Alexa S. Beiser, Philip A. Wolf, Rhoda Au, Itai Kloog, Wenyuan Li, Joel Schwartz, Petros Koutrakis, Charles DeCarli, Sudha Seshadri, and Murray A. Mittleman. Long-Term Exposure to Fine Particulate Matter, Residential Proximity to Major Roads and Measures of Brain Structure. Stroke (2015). DOI: 10.1161/STROKEAHA.114.008348.