El cuerpo necesita monóxido de carbono para combatir las bacterias
El cuerpo necesita monóxido de carbono para combatir las bacterias
Para llevar a cabo sus tareas, el sistema inmunitario innato necesita el monóxido de carbono presente de forma natural. En concreto, este gas resulta fundamental para señalizar a los macrófagos la presencia de intrusos contra los que hay que actuar, algo que descubrieron investigadores estadounidenses en un estudio publicado en “The Journal of Clinical Investigation”.
El encargado de producir el monóxido de carbono es el gen hemo-oxigenasa 1 (HO-1). Dicho gen muestra un elevado nivel de actividad en los macrófagos que luchan contra las infecciones bacterianas, por lo que los investigadores del Beth Israel Deaconess Medical Center asumieron que el monóxido de carbono producido por él actúa como “explorador” del sistema inmunitario.
Esta hipótesis se analizó mediante un modelo de septicemia en ratones. Se demostró que los animales en los que se bloqueaba el HO-1 mostraban una respuesta extremadamente sensible a las bacterias, además de signos habituales del síndrome de respuesta inflamatoria sistémica (SRIS). Los animales tratados con monóxido de carbono pudieron ser rescatados; obviamente, el gas potenciaba la respuesta de su sistema inmunitario.
Las pruebas con células realizadas en laboratorio mostraron que el mecanismo de activación de los macrófagos consta de dos pasos.
La primera señal estimula la producción de monóxido de carbono en las células, que se libera posteriormente para determinar si las bacterias están o no presentes.
Si lo están, el monóxido de carbono se une a un complejo proteínico de la bacteria, forzándola a liberar adenosín trifosfato (ATP), que será detectado por un receptor especial de los macrófagos en el segundo paso de la alerta. El incremento súbito del nivel de ATP activa los macrófagos y alerta a más leucocitos para que combatan la infección.
Según Leo E. Otterbein, autor principal del estudio, el monóxido de carbono podrá utilizarse en el futuro en dosis pequeñas y no tóxicas como defensa frente a infecciones bacterianas peligrosas. Otterbein espera poder probar esta opción en ensayos clínicos.
El cuerpo necesita monóxido de carbono para combatir las bacterias
Para llevar a cabo sus tareas, el sistema inmunitario innato necesita el monóxido de carbono presente de forma natural. En concreto, este gas resulta fundamental para señalizar a los macrófagos la presencia de intrusos contra los que hay que actuar, algo que descubrieron investigadores estadounidenses en un estudio publicado en “The Journal of Clinical Investigation”.
El encargado de producir el monóxido de carbono es el gen hemo-oxigenasa 1 (HO-1). Dicho gen muestra un elevado nivel de actividad en los macrófagos que luchan contra las infecciones bacterianas, por lo que los investigadores del Beth Israel Deaconess Medical Center asumieron que el monóxido de carbono producido por él actúa como “explorador” del sistema inmunitario.
Esta hipótesis se analizó mediante un modelo de septicemia en ratones. Se demostró que los animales en los que se bloqueaba el HO-1 mostraban una respuesta extremadamente sensible a las bacterias, además de signos habituales del síndrome de respuesta inflamatoria sistémica (SRIS). Los animales tratados con monóxido de carbono pudieron ser rescatados; obviamente, el gas potenciaba la respuesta de su sistema inmunitario.
Las pruebas con células realizadas en laboratorio mostraron que el mecanismo de activación de los macrófagos consta de dos pasos.
La primera señal estimula la producción de monóxido de carbono en las células, que se libera posteriormente para determinar si las bacterias están o no presentes.
Si lo están, el monóxido de carbono se une a un complejo proteínico de la bacteria, forzándola a liberar adenosín trifosfato (ATP), que será detectado por un receptor especial de los macrófagos en el segundo paso de la alerta. El incremento súbito del nivel de ATP activa los macrófagos y alerta a más leucocitos para que combatan la infección.
Según Leo E. Otterbein, autor principal del estudio, el monóxido de carbono podrá utilizarse en el futuro en dosis pequeñas y no tóxicas como defensa frente a infecciones bacterianas peligrosas. Otterbein espera poder probar esta opción en ensayos clínicos.