La imagen corporal
es el concepto que cada persona tiene de su propio cuerpo, percepción que puede ser igual, parecida o decididamente diferente a la imagen que la persona proyecta en el espejo.
La imagen que cada uno tiene de sí mismo influye significativamente en la forma de pensar, de comportarse, de sentir y de relacionarse con los demás. Esta imagen no es invariable sino que se va modificando según las circunstancias y la etapa de la vida que se atraviesa, que incluye a la vez la forma que una persona se imagina como los otros la ven.
La imagen corporal está compuesta por tres aspectos:
la percepción, o sea el nivel de precisión con que se percibe la propia imagen; la apreciación que se tiene del propio cuerpo, o sea los sentimientos y pensamientos que suscita; y la conducta que se adopta en virtud de lo que se percibe y siente.
La persona que percibe su imagen corporal con precisión y se siente cómoda con su cuerpo, aunque haya algún aspecto que le guste menos, se considera que tiene una imagen corporal adecuada. La distorsión de la imagen corporal o una exagerada preocupación por el aspecto físico puede producir trastornos alimenticios y el abuso de la práctica de ejercicios físicos.
No somos los únicos que contribuimos a formar nuestra imagen corporal, también nuestra familia participa activamente en ello desde nuestra infancia y los apodos son una prueba de ello. También los medios de comunicación aportan valoración sobre determinados aspectos que supuestamente debería tener el cuerpo a partir de personajes célebres del mundo de la moda y de los ídolos.
La imagen corporal puede verse afectada por las experiencias vividas, el estrés, por el trabajo y por el paso de los años y la aceptación de los cambios permite una mejor adaptación. Se pueden cambiar algunos aspectos de la imagen corporal, como el color del cabello, la forma de la nariz, el tamaño de los senos, el peso, la dentadura, etc., pero otros, como la altura o el color de la piel tendrán que ser aceptados. Al margen de la imagen que nos devuelve el espejo, es obvio que durante nuestro comportamiento cotidiano no podemos vernos a nosotros mismos tal como somos desde afuera, así como tampoco podemos escuchar con exactitud nuestra propia voz.
Es por esta razón que muchas veces nos imaginamos diferentes, basados en lo que los demás dicen de nosotros. Lo que sí es cierto es que si una persona cree tener una apariencia más joven de la edad que tiene, es posible que el trato que los demás le dispensen se encargará que lo recuerde.
Sin embargo, los que se sienten conformes y satisfechos con su imagen corporal suelen ser bien vistos por los que lo rodean. Por ejemplo, una persona excedida de peso que cree que no es tan gorda parece verse menos obesa que otra con una obesidad no asumida y avergonzada de su cuerpo. Parece ser cierto que los demás tienden a vernos de la misma forma en que nosotros nos vemos, de modo que la actitud de seguridad en nosotros mismos podría cambiar nuestra imagen corporal desde afuera. Un buen carácter puede hacer desaparecer algunos rasgos considerados antiestéticos como una baja estatura, una nariz demasiado largo o el exceso de peso y también puede acentuar estos supuestos defectos cuando la persona no tiene capacidad de empatía y tiene complejos. La percepción es una función psicológica muy subjetiva en la que intervienen gran cantidad de variables relacionadas con la experiencia, la forma de pensar, la motivación, la educación y la cultura de quien percibe; pero también la actitud que tenga el otro puede modificar esa percepción.
es el concepto que cada persona tiene de su propio cuerpo, percepción que puede ser igual, parecida o decididamente diferente a la imagen que la persona proyecta en el espejo.
La imagen que cada uno tiene de sí mismo influye significativamente en la forma de pensar, de comportarse, de sentir y de relacionarse con los demás. Esta imagen no es invariable sino que se va modificando según las circunstancias y la etapa de la vida que se atraviesa, que incluye a la vez la forma que una persona se imagina como los otros la ven.
La imagen corporal está compuesta por tres aspectos:
la percepción, o sea el nivel de precisión con que se percibe la propia imagen; la apreciación que se tiene del propio cuerpo, o sea los sentimientos y pensamientos que suscita; y la conducta que se adopta en virtud de lo que se percibe y siente.
La persona que percibe su imagen corporal con precisión y se siente cómoda con su cuerpo, aunque haya algún aspecto que le guste menos, se considera que tiene una imagen corporal adecuada. La distorsión de la imagen corporal o una exagerada preocupación por el aspecto físico puede producir trastornos alimenticios y el abuso de la práctica de ejercicios físicos.
No somos los únicos que contribuimos a formar nuestra imagen corporal, también nuestra familia participa activamente en ello desde nuestra infancia y los apodos son una prueba de ello. También los medios de comunicación aportan valoración sobre determinados aspectos que supuestamente debería tener el cuerpo a partir de personajes célebres del mundo de la moda y de los ídolos.
La imagen corporal puede verse afectada por las experiencias vividas, el estrés, por el trabajo y por el paso de los años y la aceptación de los cambios permite una mejor adaptación. Se pueden cambiar algunos aspectos de la imagen corporal, como el color del cabello, la forma de la nariz, el tamaño de los senos, el peso, la dentadura, etc., pero otros, como la altura o el color de la piel tendrán que ser aceptados. Al margen de la imagen que nos devuelve el espejo, es obvio que durante nuestro comportamiento cotidiano no podemos vernos a nosotros mismos tal como somos desde afuera, así como tampoco podemos escuchar con exactitud nuestra propia voz.
Es por esta razón que muchas veces nos imaginamos diferentes, basados en lo que los demás dicen de nosotros. Lo que sí es cierto es que si una persona cree tener una apariencia más joven de la edad que tiene, es posible que el trato que los demás le dispensen se encargará que lo recuerde.
Sin embargo, los que se sienten conformes y satisfechos con su imagen corporal suelen ser bien vistos por los que lo rodean. Por ejemplo, una persona excedida de peso que cree que no es tan gorda parece verse menos obesa que otra con una obesidad no asumida y avergonzada de su cuerpo. Parece ser cierto que los demás tienden a vernos de la misma forma en que nosotros nos vemos, de modo que la actitud de seguridad en nosotros mismos podría cambiar nuestra imagen corporal desde afuera. Un buen carácter puede hacer desaparecer algunos rasgos considerados antiestéticos como una baja estatura, una nariz demasiado largo o el exceso de peso y también puede acentuar estos supuestos defectos cuando la persona no tiene capacidad de empatía y tiene complejos. La percepción es una función psicológica muy subjetiva en la que intervienen gran cantidad de variables relacionadas con la experiencia, la forma de pensar, la motivación, la educación y la cultura de quien percibe; pero también la actitud que tenga el otro puede modificar esa percepción.
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